Cual si se tratara de un niño pequeño, José Humbertus Pérez Espinoza se ha convertido en el clásico “defensor” de derechos humanos que cuando las cosas no salen a su modo se emberrincha y no se queda quieto hasta que las cosas salen cómo a él le placen.
Y es que Humbertus ya es un hombre mayor del cual uno podría esperar que la cordura, la reflexión y la cabeza fría que dan los años se notara más, pero tristemente no es así, Todo lo contrario. Cuando algo no sale a pedir de boca del presunto activista y prisionero. Cuando son las propias autoridades las que le corrigen la página. Cuando su empeño por lucrar con la libertad de las personas acusadas de delitos graves no sale cómo él lo espera. Pérez Espinoza se tira al suelo y se revuelca haciendo una rabieta.
Esto no sólo deja ver un carácter explosivo y a veces agresivo, y más allá de los claros problemas de personalidad y problemas psicológicos que evidencia el “activista”, se vuelve notorio que la reflexión y el manejo de la ira son los grandes ausentes del discurso, vida y obra de Humberuts.
Mucho se ha dicho en diferentes, medios de lo problemático que resulta abogar por personas acusadas de secuestro, violación, narcomenudeo, crimen organizado, robo con violencia, feminicidio y otros tantos delitos. Más cuando, cómo el propio Pérez Espinoza lo ha revelado, el trasfondo argumentativo se sustenta en política y no en el análisis minucioso de cada caso en cuestión.
Y eso es algo que el iracundo “activista” no puede ver, ni verá nunca. Su falta de reflexión y de cabeza fría no le permite entender que para defender lo que el defiende primero hay que tener calidad moral, nadie puede olvidar que él estuvo preso. Luego hay que tener buenos argumentos, los argumentos de Humbertus huelen más a una venganza personal, que a un acto de justicia. Si reflexionara lo mino, Pérez Espinoza se daría cuenta de que no puede presentar 800 solicitudes en bloque, o mil, como ha dicho que pretende, la razón es sencilla, no es humanamente posible que conozca y tenga absoluta certeza de la inocencia de esas personas.
Su carácter desbocado, su sed de justicia, lo hacen creer que engaña al público. Pero no es así, es notorio que Humberuts no estudia cada caso, él sostiene que las fallas operativas, las fallas en la aplicación de justicia, es decir, las fallas procedimentales, vuelven inocentes a sus protegidos. No es así. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que no se puede juntar casos, cobrar y luego culpar a antiguos gobernantes para buscar dejar en libertad a quienes cometieron un delito grave, sólo porque él cree que debe ser así, eso es un vil berrinche político.