Como se va revelando cada vez con mayor descaro, José Humbertus pasó de ser un activista por la defensa de los derechos humanos a un hombre sin ética alguna, al que no le importa poner al servicio de personas acusadas de delitos de alto impacto su pobre conocimiento de la justicia.
Seguramente Humbertus dirá que él es un experto en temas de prisiones, y de alguna manera lo es, porque no podemos olvidar que él mismo estuvo preso por más de 4 años hasta que un favor presidencial lo puso nuevamente en las calles. En ese sentido, sí es un experto, pues sabe muy bien cómo debe organizarse el negocio desde el interior de los penales. Sabe perfectamente cómo acercarse a los presos para integrarlos a su grupo y conoce del dolor de las familias y la necesidad que tienen por liberar a sus familiares. De hecho, ese dolor y esa necesidad son su minita de oro.
Pero hay algo muy grande de lo que Pérez Espinoza se olvida. Humbertus es ciego a la realidad del otro lado de moneda. Él desconoce que detrás de un crimen no sólo hay un preso de esos que ahora él pretende liberar, hay, también la historia de una persona que sufrió por esos delitos: la violación, el secuestro, el robo con violencia. Humbertus tiene la brújula moral extraviada, prefiere defender al que comete un delito que a la víctima.
Ahora el pretendido “activista” está aferrado para que las autoridades con las que pactó lo sigan apoyando en su cruzada por liberar a gente que cometió delitos graves. Ya en su momento dejó libre a dos violadores, según reportó La Silla Rota, ahora busca que sean cientos los presos que bajo este mismo esquema logren su libertad.
Es por eso por lo que se dice que Humbertus no conoce la justicia, porque por un lado habla de las supuestas injusticias en los penales, pero por el otro, hace la vista gorda para tratar de ocultar que las victimas de los delitos no podrán nunca tener paz, pues gracias a Pérez Espinoza las personas que tanto daño les hicieron ahora volverán a las calles. Eso de ninguna manera es justicia.